martes, 12 de julio de 2016

DE CORONELES, SOLDADOS Y RECUERDOS (EL RINCONCILLO)

 De Coroneles, y soldados de Pavía, oscuridad del tinto desparramado en duralex(sed lex). La tarde se va iniciando con un  sol que se cuela por los ventanales. Alguien entra fotografiando a diestro y siniestro, esta claro que en Wisconsin no hay tascas.
Busco en mi recuerdo a Fernando y su tiza eterna, muchos coroneles, y muchos paseos arriba y abajo entre toneles y bocoyes.
Queso dadme queso y moveré el mundo, siempre he pensado que como la naturaleza, Dios o quien quiera que reparta nuestros genes, me dio tal aversión a la leche, me entregó una sed inmensa de queso de la que nunca me sacio.


El queso es cremoso y terso, y sabe a sierra y a recuerdos. Recuerdos de Juan el Gato en Zufre y a otro tiempo de Renault 6  y pantalón corto.
Volvemos al soldadito de Pavía. La calle donde vive mi amigo Santiago, el segundo piso, con una ventana, la del dormitorio de su bendita Madre, que da a la Giralda.
Desde donde una mañana de Viernes Santo tuve la suerte de ser testigo de como Dios inventó los colores para arropar a Sevilla.
Desde allí vimos variar el cielo por segundo hasta que el gris inundó la mañana de aquel Viernes Santo.


Mientras el humo se desprendía de la pavía recién traída, alguien conversa sobre Messi, más que conversar hace un monólogo, los amigos lo miran con indiferencia.
Hace calor una muchacha de buen ver pasa por la calle en dirección a Ponce de León, los cuellos se tuercen, "más apretá que...", "calla que los piropos están mal miraos".

Alguien teoriza sobre el letrero con errata que debe de haber en cada tasca, y que lo hay en el Rinconcillo.

 En el retablo de anís el Mono, el mono está recién nacido.
Las alcayatas de la pared y el panel son sacadas de un cuadro costumbrista de García Ramos.
Siguen cayendo coroneles, comienza la mística y la poética de un trozo de barra que encierra ya a estas horas un estado mayor.
"¿Una tortillita de postre?"
"De jamón mismo."
Pasa un ángel, que ni el de Montesión.
"Tios yo quiero un gin tonic."


 Con el cuerpo entrado en horas de alcohol, la irrupción de un empleado que asciende en el montacargas, provoca un ataque de risa entre los presentes. Uno de ellos pone el Himno Nacional en su móvil mientras el montacargas sigue su ascenso.
Cae la tarde, habrá que irse, alguien habla sobre los aforismos de Heidegger en uno de los toneles.
Nos vamos felices de tintos y pavías. Plenos de tasca que huele y sabe a auténtico, aunque entren muchos güiris.
Nos tomamos la penúltima en los Claveles. Pepe Yebra nos dejó huerfanos.

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