martes, 29 de septiembre de 2015

EL TASQUERO

Tiene alma de relaciones públicas. Sabe en que momento contar el chiste y en que momento atender con el grado de preocupación suficiente cuando el cliente habitual trae un problema. Se hace más indispensable que la cerveza. Llena de carteles ingeniosos las paredes y sabe que el chorizo picante y el cabrales son un matrimonio que perdurará. Entiende el momento exacto de sacar las Perdi, y cuando tu cara es de tacos de salchichón o de cañuls (caña de lomo para los neófitos), pudiera llamarse Emilio y ser mi amigo y el tasquero ideal de la rama amistosa, ya hablaremos del malage, eso será otro día.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

ESENCIAS BARATILLERAS

Tenía el mediodia un regusto a veranillo de San Miguel, acalorado al sol y pretencioso de otoño en la sombra.Así medio sin querer llegué a la barra de mi bar habitual. Bar Taquilla. Es algo más que una estación de tránsito donde repostar. Es casí mi casa. O así al menos te hacen sentir. Para colmo de beneficios a veces ocurren cosas en esa barra que convierten el lugar en imperdonable para todo aquel que necesita sentir el alma de esta ciudad. En uno de esos instantes se reunieron delante y detrás de la barra cuatro costaleros, hasta ahí podía llegar lo normal. Pero estos costaleros venían de otra época. Hablaban de una Semana Santa que yo recuerdo entre carpetas de instituto y cintas de marchas. Ellos en esa época ya eran actores principales de una fiesta que llega al corazón y la fe de todos aquellos hombres. Manolito, "Casti" y Javi el camarero de la Campana; los dos pateros de la Virgen cuyos ojos tiñeron mi corazón de azul mecánico, a ellos se unió Santos de la primera. Historias de otra Sevilla, donde el corazón iba por delante de la imagen de la cofradía en la calle. Historias de apuestas de varas doradas y costaleros que acabaron con mi Caridad sin parar en la avenida. Ensayos eternos.Costaleros bohemios. Algún policía dando una chicotá de estrangis. Capataces que hacían que la cuadrilla fuese su familia...Corrí y corri llegaba tarde, no había podido separarme a tiempo de aquella reunión de esencias. Crucé el puente de Triana casi corriendo pero con una sonrisa en la cara que no era más que el reflejo del subidón cofrade que me había llevado a la sombra de los tanques helados de mi bar Taquilla.

LAS BARRAS DE CAOBILLA

Barras hay muchas. De pan. Asimétricas. Junto a estrellas en las banderas... Pero yo soy más de las de bar. Cuando Don José Yebra cerró su local de despacho de bebidas en la esquina de Boteros y Alhondiga, perdimos una de esas referencias. Ahora sitios como Vizcaino conservan aquél sabor de tasca antigua. Aquellos personajes de una Sevilla que se escapa entre los dedos. Otro tiempo, otros valores, que poco a poco van sucumbiendo en el terreno de las franquicias. Por eso aun es un deporte obligado apoyarse en esa caobilla que lleva en servicio más que la Reina de Inglaterra y ver como pasa la vida...